Páez Vilaró, Jorge

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Jorge Páez Vilaró nació en Montevideo el 19 de Mayo de 1922. Perteneciente a una de las más

antiguas y fundadoras familias del país, creció y se educó en un ambiente generoso de cultura.

Su padre el Dr. Miguel A. Páez Formoso, fue un eminente abogado americanista, autor de

varios libros de historia americana, fundador del Partido Agrario, redactor de la Constitución de

la República (1917), catedrático de economía política y derecho en la Facultad de Derecho y

catedrático de Ética, Historia, Filosofía en la Universidad de la República.

JPV completa sus estudios, especializándose en Contabilidad Industrial (Lasalle University)

asegurándose una primera etapa de labor en importantes industrias del Uruguay.

Consecuentemente fue regando su firme vocación artística, concurriendo a los talleres de

varios maestros (Guillermo Rodríguez, Enzo Kabregu, Vicente Martín, Lino Dinetto) en los que

afirmó sus condiciones para la práctica de las artes plásticas.

Poseedor de una vasta cultura humanística, heredada de su padre y maestro, Jorge Páez

Vilaró fue destacando sus firmes valores intelectuales para constituir lo que sería la base

estructural de todos sus inteligentes planteos creativos, así como los innumerables proyectos

que desarrolló durante su activa y proficua existencia.

Desde 1948, apenas terminada la segunda guerra se instaló en Inglaterra, vinculándose a las

más destacadas figuras de las artes locales (Ben Nicholson, Jacob Epstein, Hartung, etc.).

A partir de esa instancia, realizó gran cantidad de viajes por el Viejo Mundo, entre los años

1950 y la fecha, en los que cumplió diferentes misiones, estudió, se contactó con grandes

maestros con los que convivió diálogos y experiencias de suma trascendencia para su carrera

de artista y también para el desarrollo de su acción en las esferas de la cultura. De la lista de

recordados contactos, anota sus inolvidables encuentros y entrevistas con Pablo Picasso,

Mace Chagall, Giacometti, Henry Moore, Bacon, Hartung, Rolf Cavael, Severini, Chadwyck,

Barbara Hepworth, Nicolas de Stael, los españoles de París: Fenosa, Clave, Parra, Peinado,

Fernández, Domínguez, los italianos Campigli, Sironi, Afro, Mirko, Mascherini, Capogrossi,

Vedova, Santomasso, De Chiricho, el Grupo Cobra integrado con Appel, Jorn, Corneille,

Ajechinsky, los pioneros del informalismo: Tapies, Millares, Viola, etc.

En 1957 organizó y llevó al museo de Arte Municipal de Ámsterdam una importante muestra

de arte uruguayo, incluyendo a Torres García, que giró luego por varias ciudades (La Haya,

Rótterdam, etc.) teniéndolo como principal animador y locutor. Con tal motivo siguió cursos de

museología con el. Prof. Sandberg, una de las máximas autoridades mundiales en la materia

actuando como profesor invitado en el Instituto de Estudios Iberoamericanos de Utrech. Este

periplo resulta de marcada influencia para Jorge Páez Vilaró pues allí en el Stedelijk Museum

se vincula a la producción del expresado Grupo Cobra, acercándose a Appel, y a Corneille, de

los que sacó renovadoras enseñanzas y conceptos para la afirmación de su pintura e ideas.

Su pintura o visión del arte gira ciento ochenta grados a partir de estos lucidos encuentros,

volcándose hacia la pesquisa de una nueva expresión que se acomodara con su sentimiento

por el color y la imagen. De esta manera Jorge Páez Vilaró coloca las “agujas en el reloj de su

tiempo”, innovando, incorporando y transmitiendo lo sentido y adoptado, como el todo correcto

para concebir un nuevo arte de acuerdo con los cambios filosóficos, humanos, sociales y

estéticos, comunicados por el nuevo hombre de la post guerra.

Cada uno de sus viajes dio lugar a sostenidos debates y actuaciones públicas en su

Montevideo natal así como en Buenos Aires, en donde también tenia formado su ambiente

relacionado con los artistas más destacados del momento: Presas, Raúl Russo, Santiago

Cogorno, Vasileff, Berni, etc. Fue precisamente en Buenos Aires que expone por primera vez

en la Galería Pizarro (1961) una serie de obras diagramadas bajo la tutela de sus relaciones

con el Grupo Cobra, dando lugar a elogiosos comentarios y al entusiasmo de los más

jóvenes que en aquel instante estaban pautando el renacer de un arte más universalista en

la Argentina: Rómulo Macció, Felipe Noe, Jorge de la Vega, Deira, Dávila, etc. Con muchos

de ellos se reencuentra en París, donde surge el Grupo de la Nueva Figuración Argentina, de

indudable peso en la historia plástica del país hermano en la década del sesenta.

Corresponde señalar que la acción de Jorge Páez Vilaró artista pintor estaba y fue

acompasada por una apasionada vocación por la temática total del arte, creando al paso una

de las colecciones privadas más importantes del país. Basta recordar algunos de los artistas

de su relevante inventario: un dibujo de Picasso, una bailarina de Degas, óleo de Chagall Vaca

Tocando el Violín, (1927), Lurcat, Marie Cassat, Constant Permeke, Baumaister, Mondrian,

Vasarelli Tapies, De Pisis, sanguinas de Maillol, óleo de Derain, Campigli, De Chirico, Afro,

Clave, dibujo de Miró, óleos de Appel, Corneille, Jorn, Hartung, etc. Además de todas estas

piezas enriquecía el acervo doméstico, verdadero cenáculo de intelectuales y artistas, con

esculturas de Degas, Maillol, Rodin, Moore, Chadwick, Marino Marini, etc. y una espléndida y

siempre creciente colección de arte precolombino, que sería la base para la posterior creación

del Museo de Arte Americano de Maldonado. Cabe recordar en esta síntesis de méritos la

Fundación de la Galería Windsor (1950) en combinación con grandes galerías de Inglaterra

como Parker, Gimpel, etc. que aportó exposiciones de primera magnitud y también del Museo

de Arte Moderno, auspiciado por el Diario El País, que se inauguró con tres excepcionales

muestras, Jóvenes Escultores Ingleses, Vasarelli y Grabadores de Holanda.

También desde el MAM como desde el Ateneo, en donde organizó el primer concierto y

discusión sobre el arte abstracto junto al pintor alemán Hans Plastchek y al crítico Peter

Bahiertal hizo sentir su inteligente alegato en pro de las nuevas pesquisas, provocando

renovadoras polémicas que revitalizaron el clima ambiental, animado por el gran Maestro

Torres García con su taller de Arte Constructivo con la potencia de su pensamiento y sus

valores. Durante varios años ocupó la titularidad de la crítica y fundó el Suplemento Cultural del

diario El Bien Público, dejando inolvidable huella con sus estimulantes e inteligentes artículos

y apreciaciones sobre las artes plásticas y el revisionismo conceptual exigido por la hora de

nuevas vivencias. Entre todo este agitar de innumerables actividades, que rememoramos:

conferencias, redacción de prólogos, mesas redondas, audiciones radiales, giras por el interior

del país ofreciendo charlas con audiovisuales en escuelas y liceos de la República, Jorge Páez

Vilaró cumplió una consecuente y nutrida cadena de exposiciones individuales y colectivas

además de ser seleccionado en repetidas oportunidades para representar al país con sus

trabajos, en eventos, certámenes y bienales en los que obtuvo consagratorios premios.

Analizada su rica biografía puede decirse que Jorge Páez Vilaró fue uno de los pintores

latinoamericanos que obtuvo la mayor cantidad de distinciones en compulsas internacionales,

dentro de las cuales la más exigente, la Bienal de San Pablo le otorgó en tres ediciones el

Premio Brindes Pombo por sus dibujos, el Premio Caio Alcantara Machado por sus pinturas

informales, y el Premio al Mejor Dibujante Latinoamericano por sus “dibujazos”. Cabe a la vez

ilustrar para la más inteligente comprensión de su personalidad en el terreno de la estética,

que luego de sus contactos con los maestros del Informal en Europa (Tapies, Millares, Feito,

Fautrier, etc.) supo de un sentido pasaje por esta búsqueda, convirtiéndose en uno de los

líderes del movimiento en Sudamérica a partir de su labor irradiatoria de Montevideo. Un

trabajo histórico y una memorable muestra retrospectiva en el Museo Municipal de su capital,

le ubican en el sitial de honor de toda esta generación de los años cincuenta que cambió

sustancialmente el rumbo del arte uruguayo contemporáneo. La extensa lista de muestras que

hilvana en su inquieta travesía, tanto en su área como en importantes centros de América y

Europa puede ser valorada con la lectura paciente de su curriculum referente, que se adjunta

a estas líneas de semblanza.

Por sus valores fue designado varias veces miembro de la Comisión Nacional de Artes

Plásticas que maneja la política de las bellas artes en el Uruguay. Desde esta alta posición

ratificada por varios Gobiernos, Jorge Páez Vilaró realizó brillante e inolvidable gestión.

La confianza y prestigio ganados, tanto en la esfera local como internacional, le permitió

desempeñar numerosas y valiosas gestiones como Comisario en las Bienales de Venecia

y San Pablo, Delegado en certámenes de España, Chile, Argentina, Kassel, Medellín,

Valparaíso, Cartagena, etc.

En 1960 colaboró también en la creación de la Bienal de Córdoba, acompañando a sus

gestores principales Pedro Pont Verges y Christian Sorensen en todo el proceso organizativo

de este trascendente acontecimiento de las artes latinoamericanas hoy clausurado.

En el ínterin recibió el ofrecimiento del Secretario de la Organización de Estados Americanos,

Sr. José Mora Otero, como candidato para ocupar la Dirección de Cultura vacante en dicha

institución, honor que agradece impedido por la propia suma de compromisos estables que

tenia que atender en su tierra natal y en esfera de sus intereses.

Muchas obras remarcables en el panorama latinoamericano han contado con su experto

apoyo. Con Francisco Mattarazo estuvo en las bases de la Bienal de San Pablo, a la que

concurrió a todas sus ediciones como crítico, pintor, comisario y también como miembro del

Jurado de Premiación Internacional. También integró la delegación brasilera que inauguró el

Pabellón de Brasil en la Bienal de Venecia. Colaboró con Niomar Moniz Sodre en la primera

campaña de concientización en pro del Museo de Arte Moderno de Río, a cuya inauguración

concurrió como invitado especial, intervino en la fundación de lo que se llamó en Santiago de

Chile el Museo de Arte Moderno (Quinta Normal), junto con Nemesio Antúnez, Barreda,

Ortuzar, Roser Bru, etc. Organizó la donación de arte uruguayo para dicho Museo. Igual

iniciativa permitió al Museo de Arte Moderno de Buenos Aires tener una valiosa y

representativa colección de plásticos uruguayos. Organizó la valiosa donación de Arte

Uruguayo al Museo de Arte Contemporáneo de San Pablo (MAC). Representó por largos años

a la Bienal de San Pablo en el área. Fue invitado por el Presidente del Brasil, Juselino

Kubicheck a distintas jornadas culturales durante el proceso formativo de Brasilia y al Congreso

de Arquitectura celebratorio del mismo. Colaboró con Marta Traba y figura en el acta

fundacional del Museo de Arte Moderno de Bogotá. Armó con Godula Bucholz una importante

y pionera muestra itinerante de América Latina que culminó en Baden Baden con una

conferencia sobre el tema. Intervino en la compra del Pabellón uruguayo en Venecia por

mandato del presidente del Consejo Nacional de Gobierno Eduardo Víctor Haedo. Fue

representante y seleccionador de la Bienal de Grabado de Chile. Lo mismo ocurrió con la

Bienal de Medellín que le tuvo entre sus principales animadores. Fue miembro del Comité

presidido por el Dr. Rodolfo Mezzera para crear el Museo Latinoamericano Municipal de

Montevideo. Colaboró con Asis de Chateaubrian en la gestión pro Museo de San Pablo.

Prologó más de cien exposiciones. Dictó conferencias en resonantes centros como Paraninfo

de la Universidad, Amigos del Arte, Museo de Chile, Ateneo de Montevideo, Royal Society

of Fotography de Londres, Centro Latinoamericano de Roma, Facultad de Arquitectura de

Asunción, Museo de Viña del Mar, Rotary Club (varios países), Museo Carafa de Córdoba,

Instituto Iberoamericano de Madrid, Instituto de Estudios Iberoamericanos de Utrech, Escuela

de Bellas Artes de Lima, etc. Reorganizó el Foto Club del Uruguay concretando varias

muestras que le devolvieron imagen en el concierto internacional. Fue designado para

Presidir la Comisión que estudió la viabilidad del Museo de Arte Contemporáneo del Uruguay,

basada en su novedosa iniciativa de erigirlo en el Estadio Centenario de Fútbol, para lograr

la convivencia cultural de las artes con el deporte y las masas. Consecuentemente con el

apretado sintetismo de estas líneas generales sobre la imagen y valiosa gestión de Jorge Páez

Vilaró tanto en su patria como a lo ancho y largo de las Américas, debemos también subrayar

su infatigable labor en el terreno de las reconstrucciones históricas y en la sustancial, salvación

del ambiente y entorno en el que más tarde hará funcionar el Museo de Arte Americano,

llamado a ser uno de los centros culturales más activos y suscitadoras del país y la región, en

desafío que despierta la admiración continental. Alerta y sensible ante la corriente destructora

que afecta el inventario de bienes históricos del país, Jorge Páez Vilaró logró restaurar con

su peculio, más la generosa colaboración de terceros, tres hermosos ejemplos de la primera

arquitectura portuguesa de la Colonia del Sacramento que datan de principios del siglo XVIII,

entre ellos ésta, su casa, que hoy le rinde su homenaje. También en la misma zona y bajo los

auspicios del CITIBANK recicló el “rancho portugués de 1726″ en que instaló un peculiar y

hermoso museo “Cerámicas y Baldosas Coloniales”, con la base de una completa colección de

piezas (600) armadas bajo su supervisión.

Tanto su avasallante inquietud, como su vasta cultura, más la suma de una ambición

creativa que va más allá del propio cuadro de caballete o del muralismo del que ha sido

también practicante, le han permitido incursionar en el área del urbanismo y la arquitectura,

vinculándose a uno de los estudios más prestigiosos del país (Arq. Luís García Pardo),

colaborando en la programación y concreción de tres bellos edificios de apartamentos en

Montevideo ubicados esbeltamente sobre la Rambla de los Pocitos, y dos sendos ejemplos de

la mejor arquitectura levantados en Punta del Este, L’Hirondelle y Ruca Malen. Fue uno de los

animadores del proyecto urbanístico de Punta Ballena, en donde tiene su famosa casa blanca

(Yemanja) planificado en uno de los lugares costeños más hermosos del Uruguay, a pocos

kilómetros de Punta del. Este. Acotamos a la vez que de su incursión como escultor quedan

dos sendas obras: un enorme móvil en el Pabellón de Aduanas de Montevideo y dos murales

de hierro del. Edificio Torre Gorlero de Punta del Este.

Jorge Páez Vilaró frecuentemente recordaba con nostalgia sus almuerzos con Picasso en

Vallauris, con motivo de la muestra de cerámicas que le organizó al genio malagueño en

Montevideo, así como también a su admirado amigo, Jean Lurcat, el padre de la tapicería

moderna, que le confiara la Exposición de tapices que giró por Brasil, Uruguay, Argentina y

Chile en un esfuerzo sin precedentes.

Su vocación americanista le llevó a integrar la Sociedad Bolivariana del Uruguay e integrar la

Comisión Nacional en pro del Monumento al Libertador en el Uruguay. Fiel a ese pensamiento

que fue motor de todos sus desvelos, fundó hace treinta años el Museo de Arte Americano de

Maldonado. Como su alma máter y elemento irreemplazable, propulsó sin descansos las artes

plásticas latino americanas, cumpliendo programas inéditos históricamente para el área, donde

se levanta como un ejemplar centro de irradiación de las voces creativas del continente A

esta altura de nuestra cálida semblanza, no podemos olvidar el manifiesto en favor de la toma

de conciencia del ser americano, en la procura de afirmar su identidad cultural ante el resto

del mundo, que Jorge Páez Vilaró practicó fervientemente en su actitud de pintor promotor,

hombre de acción y de emoción. Es por eso que en la pintura, Jorge Páez Vilaró se abraza

del “Arte Salvaje”; para plasmar una temática vernácula, que posee los humores de sus gentes,

y documenta la “gesta diaria de cada esquina, de lo más intimo y propio, de lo que nos saluda

y pertenece…” Con esa filosofía reivindicadora de americanismo y localidad, surgen en los

últimos años sus temas tangueros, temas ciudadanos, sus cafés, la iconografía de hormigón,

sus retratos cursis, todo un clima afectivo y de afirmación e inventiva que salva en el tiempo la

imagen y carácter del terruño y sus comunidades, sus paisajes, sus dramas y alegrías, en la

plenitud del sentido crítico y la autenticidad.

Nuestro artista se auto definió como un cronista de sus circunstancias que cuenta las

anécdotas populares en el espacio de sus telas, fiel a una tradición secular que viene en hoy a,

Daumier, Hogart, Ensor, Solana y el venerado pintor uruguayo Pedro Figari sus antecedentes

referenciales. A ello agregó para la dosis de su comunicación, todo lo aprendido de la Nueva

Figuración (Bacon y sus consecuencias), manifestándose por conductos expresionistas

adaptados a su natural, sentido del humor y visión del cosmos y la humanidad. Es necesario

recordar, refiriéndonos a la actitud de su comportamiento como esteta, su precursor manifiesto

del Dibujazo, realizado exaltando la necesidad de conferirle al dibujo, como expresión

en sí misma la personería que le correspondía como obra final, y no como elemento de

intermediación o pasaje para el cuadro. Consecuentemente con ese pensamiento apareció

en América toda una brillante generación de dibujantes que dio identidad a sus sentidas

premoniciones. Y en lo personal fue galardonado con dos premios en la Bienal Paulista y el

Premio de Dibujo en la Bienal de Rijeka, Yugoslavia.

Pocos artistas plásticos en nuestro país han cumplido tarea tan rica y completa. Pocos han sido

y son tan generosos en la entrega del esfuerzo, del sudor, del estímulo para los demás, del

apoyo incondicional para la juventud.

Jorge Páez Vilaró, soñando y haciendo lo que él llamaba “la América nuestra de cada día”,

aconsejó a las Naciones Unidas para llevar adelante sendos proyectos culturales en el

Uruguay, estableciendo desde su sitio en ICOM (Consejo Mundial de Museos de UNESCO)

las reglas para crear políticas museográficas, para las facilidades en la comunicación de

los mensajes del arte. Sensibles ante su tesonera proclama de “hechos y no palabras”,

las patrias hermanas de Brasil, Perú y Chile le impusieron las condecoraciones

de “Orden de Barón de Río Branco”, “Comendador al Mérito” y la “Orden de Gabriela

Mistral”, varias instituciones de los tres continentes le designaron miembro de honor,

recibiendo a su paso los estimulantes y continuos homenajes de gobiernos y pueblos

que él asumió sin vanidades como forma y parte de un diálogo anímico que formó

parte de su calidez, entrega natural y afecto por los demás. Su “foja” de servicios, la

larga actuación en la plástica como en el territorio de la cultura queda refrendada por

cientos de artículos de prensa y revistas del Uruguay y resto del mundo, así como está

anotada en importantes trabajos críticos y libros que abarcan la problemática del arte

contemporáneo. Sus telas y dibujos se hayan en importantes museos del Uruguay y

resto del mundo, así como en infinidad de colecciones particulares.