Dicancro, Agueda
Artista plástica nacida en Montevideo. Estudió en la Escuela Nacional de Bellas Artes. En usufructo de una beca de OPIC estudió cerámica en Méjico en la Escuela Nacional de Artes Plásticas, metales y orfebrería en el Instituto Nacional de Bellas Artes, y platería y esmaltes en la Escuela de Diseño y Artesanías de la misma ciudad. A su regreso a Uruguay trabajó en orfebrería para dedicarse posteriormente a la escultura en vidrio.
Expuso individualmente en la Escuela Nacional de Artes Plásticas, Méjico, 1965; en la I Feria Internacional de Artes Plásticas, Punta del Este, 1966; Galería Alfa, 1967; Galería «U», Punta del Este, 1968; Galería OPIC, 1968; Amigos del Arte, Montevideo, 1970, 1971; Galería del Notariado, 1972; Alianza Francesa, 1976; Galería Karlen Gugelmeier, 1982; Museo de Arte Contemporáneo, 1983, 1989; Alianza Cultural Uruguay-Estados Unidos, 1986, 1995; Centro de Arte y Comunicación, Buenos Aires, 1988; Subte Municipal, 1989; Museo de Arte de Maldonado, 1992; Instituto italoLatinoamericano, Roma, 1994; Museo Torres García, 1995; Fundación Buquebús, 1998.
Obtuvo Premio en el XXXIII Concurso Internacional de Cerámica de Arte, Faenza, Italia; Primer Premio Cerámica Concurso Fundación Ford, Méjico, 1965; Gran Premio del Salón y Primer Premio Sección Joyas del 1er Salón de Artes Decorativas, Comisión Nacional de Artes Plásticas, 1966; Mención en II Bienal Internacional de Artes Aplicadas, Punta del Este; Premio Adquisición en el XV Salón Municipal, 1967; Medalla de Oro Comuna de Roma, 1973; Primer premio Concurso Mural edificio Puerta del Sol, Punta del Este, 1978; Premio Adquisición XXXIII Salón Municipal. Se le otorgó el Premio Figari en 2002. Fue seleccionada para representar a Uruguay en la Bienal de Venecia, 1993 y en la Bienal de San Pablo, 1994
Ha mantenido el vidrio siempre como protagonista notorio, fundamental. Dicancro parte de una forma racional, geométrica, del vidrio regular y plano, tal como sale de la industria, para alterarlo, fuego mediante, y arribar a formas orgánicas. En una porción de su obra, Dicancro no actúa directamente, no modela: prepara la «cama», con objetos ajenos a su materia prima. Cuando el vidrio sometido al fuego pierde su rigidez y, por su propia gravedad, desciende y cubre las cosas que Dicancro colocó debajo, queda entonces impresa la huella, como si se tratara de un gofrado escultórico. Fuerza y contradice las posibilidades del material logrando resistencia de la fragilidad. A la organización espacial y las formas concretas sumó otros recursos, la luz, espejos, y la sensación de situacion extrema a que parece estar sometido el material. Con vidrio y madera produce extrañas simbiosis logrando contrastes, opacidades, transparencias, colores grises platinados, oscuros.
Está representada en importantes museos y en colecciones privadas de varios países.
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